A veces me preguntan si siempre me resultó fácil hablar con seguridad, mostrarme tal como soy o enfrentar críticas sin derrumbarme. La respuesta es no. Hubo un tiempo en que vivía dominada por el miedo, y ese miedo tenía raíces profundas.

Tuve una infancia marcada por la escasez: faltaba comida, ropa, tranquilidad. Abundaban la violencia, los límites sin explicación y el “no” como respuesta constante. Me llamaban rebelde, pero yo sentía que dentro de mí vivía una pregunta que me impulsaba:

¿por qué no?

Crecí en un entorno hostil, donde experimenté de todo: miseria, desarraigo, pérdida, bullying, dolor físico y emocional. También viví momentos luminosos: el amor, la maternidad, la amistad sincera, el progreso, y sobre todo, el reencuentro conmigo misma.

Mi historia no fue sencilla, pero fue profundamente transformadora. Sobre esas bases inestables, me construí. Paso a paso, elegí transitar del miedo al amor, y hoy puedo decir que vivo, hablo y me expreso desde el alma, desde lo que soy y desde lo que vine a dar al mundo.